El tejo, árbol de la muerte y de la vida 

tejo clean

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

 

Todos los que amamos a los árboles nos rendimos ante la belleza de una de las especies más bellas de la flora europea: el tejo (Taxus baccata), cuyas arboledas, las tejedas, dan forma a algunos de los bosques más bellos del continente. Pero también sabemos que todo en él, desde sus hojas y corteza hasta sus semillas, resulta venenoso, por lo que es recomendable mantener una actitud prudente al cobijarnos bajo sus sombras. Empecemos por identificarlo correctamente.

El tejo es un árbol de porte piramidal y copa frondosa, de ramificación horizontal, muy amplia desde abajo. Muestra una fisionomía robusta y densa. Su grueso y compacto tronco puede llegar a superar los dos metros de diámetro (ojo: existen ejemplares que rozan los ocho) y es de color pardo grisáceo, con unas láminas que se desprenden mostrando un tono rojizo anaranjado. En algunos ejemplares el tronco puede ser muy corto y llegar a multiplicarse, pero en general suele rondar los quince metros de altura, con ejemplares que alcanzan los veinte. 

 

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Detalle del árbol tejo.

 

Sus hojas, perennes, son unas acículas planas y afiladas que miden de dos a cuatro centímetros de largo. Tienen el haz mate, de color verde oscuro y el envés amarillento: algo similares a las del abeto, con el que algunos lo confunden. El tejo es un árbol dioico, con flores masculinas y femeninas separadas en distintos ejemplares. Las masculinas son axilares, aparecen agrupadas en las intersecciones de las hojas con la rama, como si fueran pequeños huevos, y tienen aspecto de baya. Al principio son blancas, pero se van tornando de color pardo anaranjado.

Durante el otoño los frutos desarrollan una capa carnosa (arilo) de un llamativo color rojo carmesí en forma de copa, abierta y esférica, en cuyo interior se distinguen las semillas leñosas. Su aspecto es tan navideño como el del acebo, pero cuidado porque aquí viene otra trampa mortal: y es que la parte carnosa de la baya es comestible, pero la semilla, como el resto del árbol, es altamente tóxica por lo que es mejor no tocarla ni mucho menos probarla, pues puede convertirse en un bocado mortal.  

Y es que el taxol, uno de sus principales componentes, es uno de los venenos más potentes que existen en la naturaleza, sus alcaloides actúan como un cóctel letal en el organismo, provocando un cuadro de alteraciones cardiorespiratorias que conducen a la muerte a la media hora de la ingesta. Y está presente en todo el árbol: desde la raíz a la punta más alta de su copa.

 

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Ramas del árbol tejo. 

 

Especie protegida en toda Europa, en España existen algunos ejemplares de tejo catalogados como árbol monumental. Uno de los más famosos es el Teixu de Bermiego, situado en el municipio asturiano de Quirós. Con más de mil años de antigüedad fue declarado Monumento Natural por el Principado de Asturias y es venerado por sus vecinos y admirado por todos los amantes de la naturaleza que acuden al Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, Reserva de La Biosfera.

En 2018 este famoso tejo fue candidato español a Árbol Europeo del Año y con tal motivo tuvo su momento mediático. Un momento que sin embargo se vería tristemente superado por un hecho trágico ocurrido en aquella misma primavera: la muerte de una joven estudiante letona que se encontraba de acogida en ese concejo, a menos de cinco kilómetros de Bermiego, tras ingerir una infusión de sus hojas al confundirlas con las de otra especie.

Sin embargo el tejo es también el árbol de la vida, pues la misma sustancia que puede provocarnos una intoxicación mortal, el taxol, contiene a su vez moléculas antitumorales que son empleadas como fármaco en el tratamiento por quimioterapia de diferentes formas de cáncer. De ese modo, el tejo se ha convertido en uno de los aliados más eficaces que nos brinda la naturaleza para luchar contra esta terrible enfermedad.