El laboreo en la viña

"Las variedades son apátridas, el suelo y el clima son los verdaderos factores de calidad y de identidad junto con el trabajo del hombre"

Branas, J.: Le terre: inimitable Facteur de qualité

¿Qué tanto por ciento de la mano del hombre y de la naturaleza hay en el vino? El ciclo biológico y de cultivo de la vid forma parte de un ecosistema en el que suelo, cepas, entorno, biodiversidad, clima y la mano del hombre se complementan. La viña y el ser humano se necesitan mutuamente y de su interacción y relación con el medio brota el estilo y la identidad de un vino, ya que el vino nace en el viñedo.


Probablemente porque el ser humano se ha equivocado con la tierra ahora retoma con renovado compromiso los vínculos con su pasado y el medio ambiente. La puesta en valor de variedades autóctonas o tradicionales, la recuperación de técnicas ancestrales de cultivo de la vid y de elaboración del vino poco intervencionistas, y la sabia legitimación de la agricultura ecológica marcan el camino de la viticultura actual. Un discurso identitario, fundamentado en la investigación, la experimentación y la observación.


Mediante técnicas y prácticas específicas, el hombre acompaña la cepa en su ciclo de vida para que produzca una uva rica y sana, para posteriormente darle nueva vida en forma de vino que interpretará a su paisaje primigenio.


Cultivar la tierra y sacar un buen rendimiento implica respetarla y escucharla. Sabio es aquél que sabe sacar provecho de lo que la tierra da, con la mínima intervención. Los métodos orgánicos siguen este criterio buscando evitar al máximo el uso de materiales sintéticos y productos químicos. Precisamente, la armonía y la consonancia con la naturaleza y el aprovechamiento de los recursos naturales sin agotarlos es la base de la permacultura, una filosofía y tendencia basada en la observación del funcionamiento de los ecosistemas y capaz de adaptar los procesos naturales a un modelo social sostenible y colaborativo.

Las viñas deben estar situadas en condiciones edafoclimáticas óptimas para sus características varietales. La geología, el tipo de suelo y el drenaje, la orientación del terreno, la altura y la climatología son factores inherentes de la vida de la vid y la viña, y éstos, junto con la mano del hombre y las características propias de la añada determinan la uva que producirá.


La viña es un reflejo del viticultor en la medida que éste interviene para que produzca la uva que le permita elaborar el perfil de vino que desea. El trabajo del viticultor pasa por la gestión del suelo y la preservación de la biodiversidad; ayudar a la tierra con materia orgánica (heces, abonos vegetales...) y la siembra de plantas que le aporten riqueza y fertilidad. Debe procurar una vegetación bien distribuida para garantizar un buen nivel cualitativo y un microclima apropiado y mantener bajo equilibrio el vigor de las viñas, la cubierta vegetal y el control de las malas hierbas que, por el contrario, establecen una relación competitiva necesaria con la viña ... el trabajo manual y del día a día implica también la observación de la evolución del ciclo vegetativo anual (especialmente el ritmo de maduración) y llevar a cabo las operaciones de cultivo en los momentos más apropiados. Así como mantener un equilibrio entre vegetación y producción, evitando, por ejemplo, marcos de plantación muy amplios, especialmente en tierras fértiles.


De la suma de la técnica, la ciencia y la experiencia que da el vínculo diario con la tierra, el viticultor se convierte en el mejor confidente de la viña y adquiere una suerte de intuición, que le permite adelantarse a la naturaleza y tomar decisiones generosas y acertadas ante factores incontrolables como el clima.

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Durante el ciclo vegetativo, el ser humano debe adoptar las medidas preventivas necesarias para evitar tratamientos y/o intervenciones innecesarias en el viñedo. En otoño, con la vendimia terminada y las uvas fuera del campo, es tiempo de descanso para la viña, de limpiarla y airear el terreno labrando.


En invierno y con el descanso de la cepa, se hace el trabajo de poda para librar a la planta de los sarmientos del año anterior, orientarla y regular la producción de la fruta. El largo sueño del invierno despierta con el cambio en la temperatura y el primer llanto de las cepas que sienten el corte del ramaje.


En abril la brotación llama a la primavera, fecunda y florece. Después, el viticultor se deshace de las primeras hojas y retoños que han nacido durante la primavera, mediante la poda en verde, con el fin de que la planta tenga una buena ventilación e insolación durante los meses de maduración de la uva.

Y ya bien entrado el verano, la viña alcanza su madurez fisiológica. La uva comienza a madurar, a concentrar azúcares y perder en acidez. Y así llega la vendimia cuando el hombre decide desligar la uva de la vid. Culmina el trabajo de todo un año, se entra en la etapa de la elaboración y se toman decisiones determinantes que afectan el trabajo llevado a cabo a lo largo del ciclo vegetativo. La cosecha manual es la más respetuosa con todo el ecosistema, y ​​permite un control, selección y preservación cuidada de la uva para que llegue en perfectas condiciones a bodega. Sigue el proceso de metamorfosis del fruto en vino.


La síntesis del terruño y del relato de un año adopta una nueva vida. El hombre y la naturaleza como uno solo, encarnados en vino.