Búho real, el señor de las noches de invierno

Hay mucha gente que es incapaz de adentrarse en la naturaleza cuando empieza a caer la noche. El miedo a lo desconocido, un temor al que contribuyen los sonidos de las criaturas del bosque, les genera una indomable sensación de inseguridad.
Sin embargo, créanme si les digo que pasear por el campo al anochecer es una de las mejores maneras de disfrutar de la naturaleza y descubrir a uno de los grupos de especies más fascinantes de la fauna ibérica: las rapaces nocturnas.
Los búhos han ejercido desde antiguo una fascinación especial en el ser humano. Tal vez por su condición de aves crepusculares, de seres vivos que, ante nuestra absoluta incapacidad, han conseguido transformar sus sentidos para desenvolverse perfectamente en la oscuridad total.

Ejemplar de búho real en el bosque. Fotografía de:Ana Mínguez
Pero, aunque es comprensible que el sonido de las rapaces nocturnas pueda llegar a intimidar a aquellos a los que se les echa la noche en el campo, ese estremecimiento, que nace de un sentimiento de temor atávico e irreprimible, se traduce en curiosidad en el caso de quienes amamos la naturaleza. Sobre todo, cuando escuchamos a la mayor de nuestras rapaces nocturnas: el búho real.
El inconfundible reclamo del búho real, un bu-huuu profundo y lastimero que repite cadenciosamente y que se escucha a muy larga distancia, es el título de propiedad con el que esta majestuosa rapaza marca su territorio en las noches de invierno. Aunque, contrariamente a lo que mucha gente piensa, el búho real puede permanecer activo también durante el día, siendo relativamente habitual empezar a escucharlo entre febrero y marzo al atardecer, mucho antes de que anochezca.

Ejemplar de búho real sobre un tronco de un árbol. Fotografía de:Ana Mínguez
Difícil de distinguir incluso a plena luz del día y pese a su gran tamaño, nuestro protagonista tiene un plumaje muy críptico que le permite mimetizarse perfectamente con el entorno. De tonos en el dorso leonados, su coloración pardo-anaranjada esta marcadamente listada de negro en el pecho, mientras que de su abultada y redondeada cabeza en la que destacan sus grandes ojos anaranjados sobresalen unos largos penachos que, como antenas de plumas, le ayudan a detectar cualquier movimiento que se escape a su aguda visión.
En vuelo muestra unas alas exageradamente anchas y redondeadas, que despliega como dos silenciosas mantas para realizar largos planeos por sus áreas de campeo en completo silencio, sin que sus presas lleguen a oírlo hasta que sea demasiado tarde.

Ejemplar de búho real en el campo. Fotografía de:Ana Mínguez
Su principal alimento es el conejo, aunque también se nutre de otros mamíferos salvajes, hasta de tamaño medio, y toda clase de aves. Tras digerir a sus presas expulsan un amasijo de restos por la boca que los ornitólogos denominan egagrópilas y cuya acumulación permite localizar su presencia.
Una presencia que es bien valorada por las gentes del campo, ya que las rapaces nocturnas son uno de los mejores aliados de la naturaleza. Son ellas las que mantienen a raya las poblaciones de roedores y conejos evitando que se constituyan en plaga, como en el caso de los topillos que invaden los campos de cultivo de la meseta castellana y que tienen en estos predadores nocturnos a su peor enemigo. Por todo ello búhos, cárabos, autillos, mochuelos y lechuzas están estrictamente protegidos por la ley y deben ser respetados.