Recuperar la armonía con el planeta para empezar de nuevo

La pavorosa crisis sanitaria generada por la pandemia del Covid-19 supone una de las mayores catástrofes humanitarias que ha azotado y sigue azotando al mundo. Tras el desorbitado número de víctimas provocadas por el virus está el dolor de sus allegados. Por eso, antes de iniciar cualquier otro tipo de valoración, lo primero que cabe hacer es compartir el duelo y expresar las condolencias por cada una de las personas fallecidas.
Pero tras señalar el inmenso dolor por tan irreparable pérdida, conviene anotar las enseñanzas que nos está dejando esta importante crisis.
La fragilidad del ser humano ha quedado patente. Quienes creían que éramos la especie elegida, un ser invulnerable, han podido comprobar que en realidad no somos ajenos a los avatares que sufren el resto de seres vivos con los que compartimos planeta. Un planeta que, ante el cese de nuestras actividades, ha mostrado una recuperación medioambiental ciertamente sorprendente. Coincidiendo con la cuarentena, el súbito descenso de los desplazamientos en coche por el interior de las ciudades provocó de forma igualmente instantánea un descenso de los niveles de contaminación atmosférica hasta mínimos inéditos.

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De igual modo la drástica disminución de la producción industrial, la actividad comercial y el tránsito de mercancías y pasajeros por vía terrestre, marítima o aérea, ha producido un descenso equivalente de las emisiones asociadas de gases con efecto invernadero (GEI) que, si bien todavía no se es posible computar debidamente, sin lugar a duda va a contribuir a mitigar su concentración en las capas altas de la atmosfera, principal causa de la crisis climática.
Y junto a ello, hay que destacar la sorprendente (y en algunos casos espectacular) recuperación de la vida silvestre y la biodiversidad en los entornos humanos. Solo hay que atender a las imágenes compartidas por los usuarios de las redes sociales para entender hasta qué punto cuando el ser humano se retira a sus aposentos la naturaleza recobra el pulso y emerge con inusitada fuerza en los lugares de los que nos hemos ausentado.
La recuperación medioambiental asociada al cese de nuestra actividad demuestra el alto poder de recuperación que tiene el planeta en cuanto le damos el más mínimo respiro. Anotemos ese dato. Tomemos en consideración esa respuesta de la naturaleza, que ojalá jamás se hubiera producido, que no justifica en absoluto la pérdida de una sola de las vidas humanas provocadas por la pandemia, pero que haríamos mal en no tener en cuenta.
Todavía estamos a tiempo de evitar lo peor, y ahora se nos brinda una excelente oportunidad para intentarlo.
Se trata reconstruir nuestra economía a partir de valores que incorporen y antepongan el respeto al medio ambiente, de volver a empezar dejando que el planeta se siga recuperando, siga respirando como lo ha hecho durante nuestro parón productivo y el cese de nuestras actividades sociales.
Volvamos a empezar teniendo en cuenta los valores de respeto al planeta que a principios de este mismo año proclamaba al mundo la Unión Europea al anunciar su Green Deal, y poner en marcha las medidas incluidas en su Pacto Verde para promover un uso más eficiente de los recursos, basado en el empleo de las energías renovables, la reducción de la contaminación o la recuperación de la biodiversidad, entre muchas otras acciones.
Retomemos la actividad sin olvidar la enseñanza adquirida y avancemos de una vez por todas todos juntos y a la vez hacia una economía limpia y circular, hacia un modelo de desarrollo más justo y equilibrado, en armonía con el planeta.