Otoño: la estación de las telarañas
Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
Los paseos de octubre por el bosque suelen deparar el encuentro con los famosos ‘hilos de la virgen’: una especie de filamentos muy finos y pegajosos que se enganchan en el cuerpo del paseante al pasar entre las ramas bajas de los árboles y los arbustos. Su origen está en uno de los animales más abundantes de la naturaleza: las arañas.
Cuando llega el otoño, y aprovechando las rachas de viento en el bosque, estos invertebrados tienen por costumbre desplazarse por el aire con ayuda del viento colgando de uno de sus hilos de seda, un hilo que previamente han fijado en una rama. De esa manera, como lo haría el famoso personaje de Tarzán con su liana, las arañas pueden cubrir distancias considerables de una sola ‘volada’.
Ejemplar de araña en una hoja de cepa
Los científicos llaman a ese método de desplazamiento aerodispersión, y dependiendo de la especie y de las condiciones de viento, contribuye a que estos frágiles invertebrados se desplacen de un extremo a otro del territorio sin gastar apenas energía. Se ha calculado que una araña pardosa (Pardosa monticola) convenientemente excitada puede llegar a soltar casi medio kilómetro de hilo de seda de una sola vez. De ahí que durante estos días el bosque esté tan pegajoso.
Las arañas producen seda con algunas proteínas presentes en su organismo, como la glicina. Y además de utilizarla para fabricar estas famosas lianas, la emplean para tejer sus famosas telarañas: las sofisticadas y eficaces trampas con las que los arácnidos atrapan a sus presas.
Duro y elástico, el hilo de seda de araña es el material más resistente que se conoce en la naturaleza. Las pruebas de laboratorio han demostrado que se puede estirar hasta una tercera parte de su longitud sin llegar a romperse y aún tensado al máximo resulta más resistente que un hilo de acero del mismo grosor. Algunos de los avances más significativos que se han producido en la física de materiales se deben al estudio de este prodigio de la evolución y su aplicación a diferentes usos.
Telaraña con araña en un viñedo de Familia Torres
En las mañanas de otoño, las telarañas suelen aparecer repletas de diminutas gotas de rocío o de escracha que, a manera de perlas, permiten visualizarlas por completo. Gracias a ello, los expertos pueden identificar a qué especie en concreto corresponde esa trampa. Una de las más espectaculares es la que teje la araña tigre (Argiope bruennichi) que puede superar los treinta centímetros de diámetro, resultando muy fácil de diferenciar por el característico trazado en zig-zag de la banda de sujeción central.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, las arañas no son insectos. Las más de 50.000 especies descritas por la ciencia hasta la fecha forman un grupo propio, el de los arácnidos. Una clave infalible para diferenciar a unos de otros es contar el número de patas. Si tiene seis es un insecto; si tiene ocho, una araña. Además, mientras los insectos tienen el cuerpo dividido claramente en tres partes, cabeza, tórax y abdomen, las arañas presentan a simple vista tan solo dos, ya que la cabeza y el tórax se hallan unidos en este caso por el caparazón.
Más pistas para diferenciarlas. No existe ninguna araña en el mundo con antenas. Tampoco tienen alas, y sus ojos son simples en lugar de compuestos. Al contrario que los famosos ojos de la mosca, esa maravilla tecnológica de la naturaleza que a través de una lente de aumento producen tanto pasmo y nos recuerda a las películas de ciencia ficción, la araña posee unos ojitos negros y pequeños, muy simplones, lo que les reduce enormemente la capacidad visual. No obstante, para suplir esa deficiencia, algunas especies de araña pueden llegar a tener más de una docena de ojos.
Respecto al mito de su potencial amenaza para el ser humano conviene aclarar que, de todas las especies de araña descritas por la ciencia, apenas existe una docena que posean un veneno que resulte verdaderamente peligroso para nosotros, y de ellas menos de la mitad son mordedoras. Además, ninguna ha sido citada en Europa.
Araña en el reverso de una hoja de cepa
La única especie que puebla nuestros bosques y que puede llegar a causar una reacción tóxica de moderada a severa a su picadura es la viuda negra (Latrodectus tredecimguttatus). Ésta especie, fácil de identificar por su redondeado abdomen negro en forma de grano de uva y con unas características manchas rojas, debe su famoso nombre a la costumbre de la hembra de comerse al macho después de la cópula: hábito que resulta relativamente común entre los arácnidos. Los casos de accidente por picadura de viuda negra son escasos, pero en caso de que se produjera conviene acudir al hospital para su tratamiento.
Las arañas juegan un papel fundamental en el ecosistema y desempeñan un importante papel como biocontroladores de plagas, actuando como nuestros aliados en el campo. Por todo ello, y más allá de las aversiones que puedan despertar en algunas personas, estos invertebrados merecen toda nuestra consideración y respeto. Desgraciadamente, la industrialización de la agricultura y el abuso de plaguicidas en el campo han llevado a un gran número de especies de araña al borde de la extinción, por la que algunas de ellas están incluidas en los listados de especies protegidas y amparadas por la ley.