La exótica belleza de la salamandra

El avance de la otoñada en nuestros bosques coincide con el retorno a la actividad de uno de los animales más bellos y enigmáticos de nuestras arboledas de umbría: la salamandra común (Salamandra salamandra).

Este espectacular urodelo (nombre con el que los herpetólogos clasifican a los anfibios con cola) tiene el cuerpo alargado, algo rechoncho y aplanado, con una piel muy brillante con una asombrosa coloración en la que combina el negro y amarillo.

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Ejemplar de salamandra, sobre unas hojas caídas en otoño.

Ejemplar de salamandra, sobre unas hojas caídas en otoño.

Llaman la atención lo cortas que son sus gruesas patas, lo que le obliga a ir prácticamente pegada al suelo, y su abultada cabeza, chafada y redondeada, en la que destacan los ojos saltones y las dos protuberancias de los laterales, donde se hallan las glándulas parótidas. Se trata además de un animal de gran tamaño: algunos ejemplares pueden llegar a alcanzar los 30 centímetros de longitud.

Debido a ese extraordinario aspecto, la salamandra ha sido vinculada desde siempre con todo tipo de leyendas. Y ahora, entrado el otoño, es el momento en el que recobra la actividad tras abandonar su letargo estival: el período que la ha mantenido escondida en su cubil para evitar tener que hacer frente a los meses más secos del año.

El celo de la salamandra tiene lugar en noviembre, cuando los arroyos y las fuentes vuelven a colmarse de agua y los ambientes forestales se condensan de humedad. En esas condiciones, óptimas para su desarrollo, la observación de estos parientes cercanos a ranas y tritones se hace más fácil que en ningún otro momento del año, resultando bastante probable toparse con alguna de ellas al visitar cualquiera de nuestros bosques húmedos.

El encuentro con la salamandra es un momento de auténtico júbilo para el amante de la naturaleza. Y es que los llamativos colores de este anfibio y su deslumbrante aspecto lo han convertido en uno de los animales más célebres de la fauna ibérica.

Pero el diseño de la salamandra no obedece al azar. Así, y en función de cómo combinan los colores, si lucen el negro como base con rayas o topos amarillos, o si muestran el aspecto contrario, tono general amarillo limón salpicado de manchas negras, los herpetólogos diferencian cinco subespecies diferentes de salamandra común en la península ibérica.

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Salamandra sobre una roca de un bosque.

Salamandra sobre una roca de un bosque.

En cualquier caso, más allá de esa diferenciación específica, lo que ha llevado a la salamandra a dotarse de esos colores tan llamativos y poco discretos, unos colores que no resultan para nada miméticos y que la convierten en un auténtico semáforo viviente durante sus andanzas por el bosque, es una cuestión de supervivencia.

Con unas extremidades tan cortas, que le obligan a desplazarse de manera lenta y pesada y le impiden huir a la carrera de los ataques de sus depredadores, la salamandra adoptó ese aspecto para dirigir un mensaje de advertencia a sus enemigos naturales, alertándoles de ser un bocado tóxico.

De ese modo, si en algún momento de desesperación, llevados por el hambre, el zorro, la garduña o el tejón se atrevieran a metérsela en la boca, tardarían apenas un instante en escupirla y salir huyendo entre estornudos y bufidos.

Y es que, aunque es falso que las salamandras son venenosas y peligrosas para el ser humano, lo que sí es cierto es que cuando se sienten amenazadas segregan una sustancia tóxica por la piel que resulta muy urticante y puede causar un intenso escozor que ninguno de sus enemigos olvida ni deseo volver a experimentar.

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Salamandra en la palma de la mano de un humano.

Salamandra en la palma de la mano de un humano.

Exclusivamente forestal, la salamandra habita los bosques húmedos del norte del país, donde permanece oculta entre las piedras o el musgo, tras los saltos de agua y en las grietas de las rocas mojadas. Se alimenta de lombrices, babosas, caracoles e insectos. Muy ligada al medio acuático, frecuenta los arroyos y las fuentes, pero no vive en el agua, como los tritones, excepto durante la fase larvaria.

Nocturna y muy sigilosa, como ya he indicado se oculta en primavera y reaparece a mediados de otoño para reproducirse y defender sus territorios. Las puestas tienen lugar entre diciembre y febrero. Pueden vivir alrededor de veinte años.

Catalogada como especie amenazada y estrictamente protegida por la ley, el deterioro de su hábitat como consecuencia del avance del cambio climático está reduciendo sus poblaciones en toda Europa. Su captura y tenencia está rigurosamente prohibida y sometida a importantes sanciones.