LA BIOMASA DE LA PODA: una energía limpia contra la crisis climática

Ante la situación de emergencia climática que estamos atravesando, y que constituye una de las mayores amenazas directas para el sector vitivinícola, todos los esfuerzos para reducir la huella de carbono deben ser considerados como una inversión de futuro.



La lucha contra la crisis climática en el sector vitivinícola debe llevarse a cabo desde dos frentes. El primero es el de la adaptación. Las bodegas deben poner en marcha los mecanismos necesarios para adaptar sus procesos de producción a las condiciones climáticas derivadas del calentamiento global que sufre el planeta.


El segundo frente de actuación es el de la mitigación. El cambio climático es un fenómeno irreversible, pero todavía estamos a tiempo de evitar los peores escenarios sobre los que nos alertan los científicos. Y una de las maneras más eficaces de eludirlos es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) como el CO2, el metano, el vapor de agua y el óxido nitroso, entre otros.

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Buena parte de dichas emisiones están relacionadas con el consumo energético, por lo que cualquier iniciativa que permita la sustitución de las energías fósiles por fuentes de energía limpia y renovable es una importante contribución a la mitigación del cambio climático. Y el sector vitivinícola tiene a su alcance una alternativa al respecto: la de convertir los restos de la poda de los viñedos en fuente de energía mediante plantas de biomasa.


A pesar de las trabas que sigue sufriendo su desarrollo en nuestro país, lo cierto es que la biomasa es la energía renovable con mayor posibilidad de aprovechamiento en el cultivo de la vid. Una energía con un balance neutro en GEI, dado que el CO2 que se libera durante la quema de la materia vegetal es el mismo que la planta, en este caso la vid, fija durante su desarrollo mediante la fotosíntesis.


Por eso la valorización energética de los restos de poda permite cerrar el círculo productivo de la vid, reduciendo la huella de carbono del sector del vino.



Actualmente, y según diversos cálculos llevados a cabo por diferentes universidades y centros de investigación europeos, en el conjunto de la UE se generan cada invierno más de trece millones de toneladas de residuo vegetal procedentes de la poda en seco.


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El aprovechamiento energético de toda esa biomasa equivaldría a la que generan tres centrales nucleares. Estamos, pues, ante una clara oportunidad de avanzar hacia la economía circular en el sector del vino con importantes beneficios, no solo para contribuir a la mitigación del calentamiento global, sino para la generación distribuida y el autoconsumo de energía (dos de las claves del nuevo modelo energético), el desarrollo de la economía local y el impulso a las oportunidades de empleo en el mundo rural.


Familia Torres cuenta con la caldera de biomasa de mayor capacidad del sector en España. Desde su puesta en marcha en 2011 la instalación ha permitido importantes reducciones en las emisiones de GEI asociadas a la demanda y consumo de energía de la bodega de Pacs del Penedès: casi la totalidad del consumo de gas natural y alrededor del 10% de electricidad.


La caldera, que atiende las necesidades de calor y frío, se abastece básicamente de la materia vegetal procedente de la poda y otros residuos generados durante la vendimia, como los orujos y la rapa, y permite a Familia Torres reducir su huella de carbono en 1.300 toneladas de CO2 al año, avanzando en términos de eficiencia energética y reducción de residuos.


El círculo de valorización de la biomasa procedente de la poda y del resto de las actividades vinculadas con el mantenimiento de la viña y la producción del vino se cierra con el reaprovechamiento de las cenizas como fertilizante natural. Una manera simple, sostenible y ecológica de devolver a la tierra lo que la tierra nos ofrece, contribuyendo a mitigar los efectos de la crisis climática.