ENOTURISMO
Ha llegado la hora de [Re]pensar y disfrutar nuestras actividades y proyectos de ocio desde un prisma más consciente, cercano; local.
Hemos aprovechado la oportunidad para hallar un espacio de reflexión del que hemos aprendido a economizar sueños y ambicionar de cerca. Estamos más presentes y valoramos lo que nuestro entorno nos ofrece. Y descubrimos rincones, antes escondidos a plena vista, y redescubrimos que en lo dado por sentado residía lo excitante y lo anhelado.
La actividad enoturística ahora, más allá de vinos y bodegas, se afianza como eje vertebrador, allanando el camino a la improvisación, al impulso hedonista satisfecho.
El turismo de proximidad cobra el protagonismo merecido. Y es el enoturismo quien mejor aglutina el comercio y la gastronomía de km 0; de la cultura local. Porque el enoturismo nos permite disfrutar de lo nuestro. Una profunda renovación de vínculos que arraiga de la tierra y se proyecta en la copa. Un maridaje geográfico a flor de piel y paladar que traza el perfil de nuestra identidad.
Celebrando el espíritu Mediterráneo, en El Celleret armonizamos nuestros vinos dibujando así los paisajes del Penedés en la mesa.
Del mismo modo que conocernos a nosotros mismos nos permite crecer; comprender a nuestro entorno natural nos hace ser más responsables con el mismo y con los demás. Porque un objetivo común, una necesidad imperante que a todos nos interpela, como es la salvaguarda de la Tierra, nos acerca y alinea deseos.
El concepto ‘enoturismo’ esconde un compendio de saberes (y sabores) que trascienden a lo terrenal. Un bien transversal, cuyas ramificaciones se extienden al vino y las artes; a la gastronomía y las tradiciones; a nuestros modos y costumbres en sociedad; que dibujan horizontes de vides que parecen suspendidas en un cielo azul mediterráneo.
La pausa y el estímulo. Los sentidos, la piel. La curiosidad y la sed saciada. La tierra bajo los pies y la caricia de la brisa. El beso del sol. Experiencia y conocimiento. Descubrimiento y asombro. Enoturismo.