El territorio del lobo ibérico

En las noches oscuras y frías del invierno, los enclaves más recónditos de nuestras serranías acogen uno de los sonidos más imponentes de la fauna ibérica: el aullido del lobo.

Al contrario de lo que mucha gente cree, en la península ibérica los lobos no suelen establecer sus territorios en las montañas nevadas, ni en los bosques más encumbrados y espesos. Muy al contrario, aunque puede campear por todas partes, el lobo ibérico prefiere de natural los espacios abiertos de las llanuras: piornales, vallejos, parameras, estepas y barbechos. Y por supuesto tierras cultivadas, incluidos los viñedos. De ahí que sea muy frecuente hallar sus huellas entre los surcos de las cepas.

El lobo ibérico (Canis lupus signatus) es una de las especies de menor tamaño de cuantas pueblan el planeta. Su pelaje, de color ocre con tonos pardos y grises, se torna más corto y desgastado en verano. La cabeza triangular, con orejas cortas y rígidas, poblada melena y un hocico prominente y afinado en la punta, muestra una faz inconfundible, en la que destacan sus ojos de color castaño de mirada profunda.

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Ejemplar de lobo ibérico, en un bosque.

Ejemplar de lobo ibérico, en un bosque.

Con una longitud de 110 a 135 cm y una altura a la cruz (lo alto del lomo) de 75 cm, pesa entre 30 y 60 kg, una cola larga y poblada de tonos negros, sus patas delanteras, firmes y delgadas, están señaladas con dos rayas longitudinales exclusivas de la subespecie ibérica, de ahí su nombre: signatus. Este rasgo resulta inconfundible para identificarlo.

Todo ése equipo biológico responde al de un perfecto cazador: las orejas puntiagudas señalan un oído muy agudo, el prolongado hocico facilita un olfato muy fino y los ojos oblicuos permiten una perfecta visión de amplias superficies terreno.

Animal social, la manada tiene establecidas una serie de pautas de comportamiento que marcan los tiempos de vigilancia, acecho y ataque. La técnica de caza más empleada es el acoso en carrera, separando a la presa del rebaño hasta arrinconarla. A menudo eligen individuos jóvenes o enfermos, pero en ocasiones, y con determinadas presas como el jabalí, se pueden producir combates violentos en los que el lobo puede resultar herido de gravedad.

El ciclo reproductor de la especie se inicia a finales de enero, cuando el grupo se disgrega ante la proximidad del celo. Es este un tiempo de tensión en las manadas, de pugnas por el establecimiento de las jerarquías y de despedidas de los jóvenes y los viejos líderes.

Una vez cumplidas las cópulas y el período de gestación, que durará aproximadamente dos meses, la hembra se retirará a su cubil para traer al mundo entre 3 y 5 crías. Durante la lactancia, en primavera, la loba y los lobeznos permanecen atendidos por el macho en los alrededores de la madriguera. En verano los lobatos se entregarán a los juegos y las estrategias de aprendizaje bajo la atenta vigilancia de su madre, hasta la llegada del otoño.

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Ejemplar de lobo ibérico.

Ejemplar de lobo ibérico.

Omnívoro y carroñero, es lobo es el gran predador de la fauna ibérica. Se alimenta de toda clase de presas, desde pequeños roedores hasta grandes fitófagos. Allí donde abundan los mamíferos salvajes, como el ciervo, el jabalí, el gamo, el muflón, la cabra montesa o el corzo, éstos componen buena parte de su dieta. Solo la reducción de sus presas naturales debido a la presión cinegética ejercida por el hombre y la falta de vigilancia y control del ganado que pasta libremente en las comarcas loberas, donde los ganaderos saben que vive el lobo, puede convertirlo en un enemigo del ganado doméstico, especialmente de los rebaños de ovejas y cabras.

Tratado como enemigo en amplias regiones del norte peninsular, las batidas y la exhibición de los restos eran un ritual muy común en los pueblos de las serranías ibéricas, y aún hoy siguen dándose estos lamentables espectáculos en las comarcas loberas, donde el sonido atávico y salvaje del lobo genera desasosiego y desata las peores pasiones entre algunos.

Sin embargo, el valor de la especie para el ecosistema, donde ocupa el más alto de los niveles de la cadena trófica, es insustituible y justifican plenamente su conservación. El reto consiste en conciliar ambos intereses, el de quienes defienden la conservación de la naturaleza y el de las gentes del campo que dependen del ganado para su sustento y ven en el lobo una amenaza a su supervivencia. Solo acercando ambas posturas podremos seguir gozando de una naturaleza completa en la que esta especie amenazada siga siendo una de las joyas de nuestra biodiversidad.

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Ejemplar de lobo ibérico, en un atardecer de invierno.

Ejemplar de lobo ibérico, en un atardecer de invierno.

Y es que actualmente el lobo ibérico solo puebla una tercera parte de su antigua área de distribución. Alrededor de trescientas manadas en España, formadas por grupos de entre cinco y diez individuos, concentrados básicamente en el noroeste peninsular, desde donde la especie intenta regresar a sus antiguos territorios.

Para propiciarlo, el lobo ibérico acaba de ser incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, por lo que ha dejado de ser considerado como especie cinegética y ha quedado prohibida su caza deportiva.