El Lloro

Toda vida que merece ser vivida tiene su génesis entre lágrimas. De igual modo que el llanto de un recién nacido, la vid despierta de su letargo invernal exudando lágrimas por las heridas de la poda.

La fisiología de la vid, tan sabia como ancestral, no deja de sorprendernos; así, la duración de los lloros puede alcanzar hasta las cuatro semanas.

Pero, ¿Cómo se inicia la vida en la vid?

El lloro como tal se define como la entrada en actividad vital del sistema radicular de la planta tras el reposo invernal. Es entonces cuando se produce el despertar a una nueva vida:

Una activación de la respiración celular; una recuperación de la capacidad de absorber agua y nutrientes. Es entonces cuando la cepa está lista para afrontar su ciclo vegetativo.

Pronto, la presión radicular aumenta; la savia de la planta se proyecta de manera ascendente. Esta savia se derrama a nivel de las mismas heridas de poda; de manera que podemos compararla, a modo de metáfora, con una suerte de riego sanguíneo vital.

Huelga decir que la savia del lloro es más rica en compuestos orgánicos (azúcares y ácidos) que la savia bruta que circula por la vid durante la vegetación, menos rica en minerales.

Sin embargo, el lloro no parece afectar de manera decisiva al desarrollo fisiológico de la cepa. De hecho, la cantidad de lloros no influye en un posible debilitamiento de la planta; aunque, sin embargo, pueden causar ciertos inconvenientes:

  • Un aumento de la sensibilidad frente a las heladas primaverales debido a la re-hidratación de las yemas por la exudación del lloro.

  • El lloro también puede dificultar la formación de tejido de soldadura en el caso de injertos de campo; de ahí que se aconseje descabezar el patrón de la cepa varios días antes de la operación del injerto.

El dramático pero necesario final del lloro se produce por el desarrollo de bacterias que forman la savia, una materia viscosa que lleva a la obstrucción de los vasos leñosos y futuros sarmientos.

Es entonces cuando el desborre aguarda hasta la incipiente primavera. Y será entonces cuando las yemas comiencen a hincharse y los primeros brotes hagan acto de presencia; anunciando una vida nueva cuyo final reposará en nuestras copas y en nuestra memoria.

De nuevo, la vid se nos presenta como una perfecta analogía del devenir y existencia del ser humano: una bienvenida vital regada en lágrimas, que albergan, sin duda, un futuro mágico pero del todo terrenal y necesario. La Vida en su versión más pura y bella.