El lento ocaso de los gorriones

Su reclamo es la banda sonora de los días de primavera y verano en los campos y pueblos, y hasta hace poco también lo era en los parques y jardines urbanos. Sin embargo, el gorrión común (Passer domesticus), una de las aves más abundantes y ubicuas de Europa, está desapareciendo de las ciudades a un ritmo alarmante.

Bien conocido y muy fácil de identificar, su plumaje muestra una bella combinación de tonos castaños, tostados y blanco grisáceos. El macho se distingue claramente de la hembra por su capirote gris, las mejillas blancas y, sobre todo, por el babero negro que luce en el pecho, más marcado en época de celo. Las hembras y los jóvenes son de tonos canelas, mucho más uniformes y discretos. Mide alrededor de quince centímetros y pesa en torno a treinta gramos.

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Gorriones alimentándose en un comedero urbano (Fotografía de: Jose Luis Gallego)

Gorriones alimentándose en un comedero urbano (Fotografía de: Jose LuisGallego)

Los gorriones comunes se han adaptado a todos los entornos, tanto silvestres como urbanos, pero rara vez se instalan lejos de zonas habitadas, siendo especialmente abundantes en la ciudad, dónde suelen formar concentraciones numerosas. Nidifican en los lugares más insospechados: en las oquedades de los edificios, entre la hiedra de las paredes: pueden aprovechar cualquier orificio para instalar sus nidos y sacar adelante a sus pollos en varias puestas al año.

Aunque en el campo se alimentan básicamente de granos y semillas, los gorriones urbanos se desplazan a saltitos por los patios, calles y jardines buscando cualquier resto de comida que llevarse al pico. No saben cantar, pero sin embargo no dejan de emitir su característico reclamo: un chirriante y repetitivo chiiiip-chiiiip que los hace algo escandalosos, especialmente durante la época de cría -de mayo a julio- cuando los pollos no dejan de llamar a los padres para que les ceben.

Sin embargo y cómo decía, los cambios en las prácticas agrícolas están causando la caída de sus poblaciones en el campo. La agricultura intensiva, caracterizada por la extensión de grandes monocultivos y el uso indiscriminado de agroquímicos, ha ocasionado la pérdida del hábitat característico del gorrión en el medio rural. En la ciudad en cambio, los ornitólogos atribuyen su descenso a la disminución de las zonas verdes, la escasez de alimento o el aumento de los niveles de contaminación del aire.

Debido a ello, las poblaciones urbanas de este familiar fringílido han descendido casi un 65% desde 1980 en toda Europa. En Gran Bretaña han desaparecido en torno a cinco millones de parejas de gorrión común en los últimos 30 años. En Londres prácticamente han desaparecido. Las simpáticas imágenes de los gorriones comiendo de las manos de los visitantes de Hyde Park, St. James Park o Regent’s Park o posados graciosamente sobre sus sombreros son hoy en día historia.

Pero a las causas apuntadas, hay que añadir la extensión de la epidemia de malaria aviar. Un estudio llevado a cabo por la ZSL (Zoological Society of London), la RSPB (Royal Society for the Protection of Birds) y el British Trust for Ornithology (BTO) hacía saltar las alarmas hace unos años al detectar esta enfermedad, que solo afecta a las aves, en el 74% de los gorriones de diferentes colonias estudiadas.

Pero más allá de la amenaza para la supervivencia de esta especie antaño tan común, el lento ocaso del gorrión común, como el de otras especies propias de los ecosistemas urbanos y del medio rural, estaría actuando como un bioindicador: una señal más de que los entornos habitados por el ser humano son cada vez más insanos.