El cernícalo, la cometa de las viñas.

XORIGUER

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
 

Cada vez que veo un cernícalo volando recuerdo el primer encuentro que tuve con la especie, siendo aún un niño. Fue desde la caseta de labranza de un pequeño viñedo familiar. Al observarlo, eche mano de los prismáticos de campaña que me acababan de regalar para intentar identificarlo. Y allí estaba: suspendido en un punto del cielo, con la cola abierta en abanico y un intenso batir de alas, la cabeza hacia abajo y la mirada puesta en los surcos de la viña, aquella pequeña rapaza parecía una cometa viviente. 

Resultaba sorprendente como se mantenía colgado en el cielo, observando fijamente el suelo, como si se le hubiera caído algo. Hasta que de repente descendió lentamente, sin dejar de mirar al suelo, para desaparecer entre las cepas. A los pocos instantes volvió a echar el vuelo para alejarse de las viñas con un pequeño ratón de campo en las garras.    

El cernícalo es una pequeña falcónida, primo hermano de halcones, esmerejones y alcotanes, que resulta muy fácil de observar en los espacios abiertos, especialmente en dehesas y viñedos, estepas cerealistas y otros campos de cultivo, marismas y en el entorno de los pueblos. 

Ejemplar de cernícalo primilla macho
Ejemplar de cernícalo primilla macho. Fotografía de: Ana Mínguez

 

En la península ibérica crían dos especies: el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), especie residente, y el cernícalo primillo (F. naumanni) que es una especie estival. El primero, mucho más abundante y ubicuo, luce un bello plumaje de color teja en el dorso y las alas, con el pecho crema y listado de puntos negros. El macho tiene la cabeza de color gris plateado, aunque mucho más apagado y menos generalizado que en el caso del primilla. 

Ejemplar de cernícalo primilla
Ejemplar de cernícalo primilla. Fotografía de: Ana Mínguez

 

Como en la mayoría de las rapaces, la hembra es más grande que el macho y luce un dorso atigrado, con una cabeza prominente en la que destaca la bigotera negra bajo los ojos, muy marcada. Mide alrededor de 35 cm y tiene una envergadura (distancia de punta a punta de ala) de hasta 180 cm. Las hembras pueden llegar a pesar un cuarto de kilo. 

Pero como decía, la mejor manera de identificarlo es su pauta de vuelo y la manera en la que bate las alas, que son anchas y apuntadas, con una cola larga y acabada en rombo. El cernícalo debe su nombre a esa costumbre de cernirse en el aire, batiendo rápidamente las alas, que le permite quedarse suspendido durante largo tiempo en busca de sus presas. En esos momentos abre la cola como si fuera un abanico, con todas las plumas acabadas en una mancha negra. Su control del vuelo es tan extraordinario que, si se pone a favor de viento es capaz de sostenerse sin pegar un aleteo, ondulando las plumas como si fuera una cometa. 

Mucho menos viajero que el primilla, que pasa el invierno en África, el cernícalo vulgar suele quedarse en la península todo el año. Se alimenta de insectos, reptiles, roedores (es un experto devorador de topillos) y pájaros. Su reclamo es un grito fuerte y muy agudo (chi, chiiii, chiiiii) que emite especialmente cuando se siente amenazado o detecta a alguien cerca de su nido. 

Cernícalo primilla en el tejado. Fotografía de: Ana Mínguez.
Cernícalo primilla en el tejado. Fotografía de: Ana Mínguez.

 

Muy similar al vulgar, el cernícalo primilla es menor en tamaño y luce un aspecto más grácil y elegante. El macho de esta especie es una de las rapaces más bellas de la avifauna europea. Se diferencia sobradamente del macho del vulgar por el tono gris azulado de la cabeza, muy uniforme, y por la ausencia de moteado en el dorso, que es de color mas rojizo. En vuelo, el pecho aparece más anaranjado y limpio de manchas. 

Aunque las hembras de una y otra especie se prestan a mayor confusión, la del primilla es más pequeña y estilizada y las partes superiores aparecen menos barradas que en la hembra del vulgar. Se cierne mucho menos y es más urbanita, estableciendo colonias de cría en iglesias y catedrales o en construcciones abandonadas de los campos.  

Los cernícalos han aprendido que los márgenes de la carretera son una despensa de animalillos atropellados por lo que a menudo aparecen posados en postes telefónicos, vallas de anuncios y señales de tráfico. Los primillas se alimentan básicamente de insectos de todos los tamaños, incluso los más grandes: desde saltamontes y escarabajos, hasta langostas, libélulas, cigarras y mantis. Ocasionalmente también capturan pequeños reptiles. 

El cernícalo vulgar en cambio es capaz de completar esa dieta con presas de mayor tamaño, como musarañas, ratones y topillos, aves pequeñas y medianas o reptiles y anfibios de mediano tamaño: lagartos y lagartijas, ranas, salamandras y pequeños ofidios.

 

Cernícalo vulgar en una rama.
Cernícalo vulgar en una rama. Fotografía de: Ana Mínguez.

 

Además de estas dos especies, en los últimos años resultan cada vez más frecuentes los avistamientos, durante los dos pasos migratorios (marzo-abril / agosto-septiembre) de una tercera especie de cernícalo: el bellísimo cernícalo patirrojo (Falco vespertinus). Esta vistosa rapaz, el macho luce un plumaje gris-azulado, con las plumas bajo la cola y las patas de un vivo color rojo coral, cría en Oriente Próximo, pero algunos ejemplares se acercan a la Península durante sus desplazamientos migratorios, dejándose ver por el noreste peninsular y Baleares.