El arrendajo: el jardinero del bosque

Entre todas las aves que rodean los campos de cultivo, y en especial los viñedos, hay una especie que no suele pasar desapercibida, tanto por su tamaño como por la belleza de su plumaje y su estridente reclamo: se trata del arrendajo común (Garrulus glandarius).

Ejemplar de arrendajo común sobre un tronco de un árbol. Fotografía de: Ana Mínguez
De tamaño y formas similares a la urraca, nuestro protagonista se distingue de ella con facilidad por su bello plumaje, de un tono marrón rosáceo que acaba en un blanco níveo bajo la cola (los ornitólogos llaman a esta región ‘obispillo’) y en el que destacan las franjas negras de las alas.
Pero si hay algo que llama la atención del plumaje del arrendajo, destacando como un semáforo tanto en vuelo como posado, es el penacho de plumas de un bellísimo color azul metálico, con pequeñas listas negras, que luce en la parte superior de las alas (los hombros).
Otra característica que hace inconfundible la silueta del arrendajo es el extraordinario tamaño de su cabeza, muy desproporcionada en relación con el resto del cuerpo, que luce aún mayor cuando eriza las plumas de la cresta.
Tiene un pico ancho y apuntado de color negro acabado en unas amplias bigoteras del mismo color. Frente atigrada en blanco y negro y llamativos ojos grises. Patas rosadas. Mide 35 cm de longitud, tiene una envergadura (distancia de punta de ala a punta de ala) de 58 cm y pesa alrededor de 180 gramos.

Arrendajo común, fotografiado por: Ana Mínguez
Ampliamente distribuido por toda la península, muestra predilección por asentarse en las zonas forestales salpicadas de espacios de campo abierto. Bosques mixtos, encinares, robledales y todo tipo de arboledas que cuenten con abundante matorral. También resulta muy común en parques y jardines urbanos.
Escandaloso y asustadizo, su voz es un berrido potente y áspero (de ahí su nombre científico: Garrulus) que emite cuando se asusta o que emplea como señal de alarma. Se alimenta principalmente de bayas y frutos silvestres, aunque también puede comportarse como una rapaz dando caza a roedores, reptiles o insectos. En época de cría llega a expoliar los nidos de otros pájaros para alimentarse de sus huevos o polluelos.

Arrendajo común, fotografiado por: Ana Mínguez
Pero lo más curioso del comportamiento de este córvido forestal es su costumbre de enterrar bellotas, nueces, castañas y otros frutos del bosque cuando llega el otoño para hacer despensa de cara al invierno, lo que acaba propiciando la dispersión vegetal y facilita la reforestación, de ahí que muchos lo consideren como el jardinero de nuestros bosques.
Gracias a su gran capacidad de adaptación al medio y a sus hábitos poco selectivos en cuanto a su dieta (puede llegar incluso a comportarse como un carroñero) el arrendajo no se encuentra especialmente amenazado, aunque como el resto de pájaros de bosque es vulnerable al avance de la desertización vinculada y al aumento de los incendios forestales como consecuencia del cambio climático.